-->

miércoles, 25 de enero de 2012

Un Ayudante

Su mirada estaba nublada por completo, con suerte si se mantenía en pie, y esa suerte eran los arboles del frondoso bosque en donde se encontraba, pero tenía, debía seguir con su recorrido, el cuerpo le sudaba, y sus escazas y rotas ropas no ayudaban en nada, si solo lograse llegar al rio, con sus suaves aguas de cal de luna, se podría refrescar aun que fuese un poco, de pronto sintió algo tocando su hombro.
Su perseguidor la había atrapado.
Ella era su presa, su postre, algo con que poder descargar su ira salvaje, la pobre joven poco a poco fue girando su cabeza, pero al encontrar una sonrisa cálida… se asusto mucho mas.
Los mejores siempre son los perones ¿o no?
Su cuerpo tirito e instintivamente cubrió su cabeza con sus brazos, el hombre la atrajo a si y recito dulces palabras a su lado… mientras ella trataba de salir de sus brazos.
- tranquila Hali – dijo el hombre con calma. Y ella paro al instante su insistente forcejeo, sus ojo ahora cubiertos de lagrimas buscan al portador de la voz, todavía le tenía miedo, pero él no era su perseguidor, y podría estar un poco… muy poco, más segura
- ¿quién eres? – pregunto rápidamente, su voz temblaba
- solo… un ayudante
- ayúdame a llegar al rio – pidió la joven agarrándose de sus ropas, el hombre sonrió y comenzó a caminar, con la pequeña por detrás
Los minutos pasaron, y llegaron al rio, la joven salto de felicidad, se había librado de una muerte segura, de ese maldito juego de "matemos por diversión a los inferiores a nosotros", y su juego funcionaba, por que otros como ella deseaban el tesoro ofrecido por sobrevivir, unos por codicia, y otros por razones nobles, estando ella en el último grupo, se dio la vuelta para agradecer al extraño, pero sintió una fría daga enterarse en sus estomago.
El frio y filoso metal atravesó su estomago, la sangre salía a borbotones de su herida que ardía con tanta efusividad como el fuego, miro descorazonada al hombre que tenía sus blancas ropas manchadas con su sangre, y pequeños salpicones en su cara del mismo rojo liquido, su mirada era divertida, pero a la vez fría, helada, muy helada.
- Un ayudante del mal – fueron las últimas palabras que escucho de sus acecino antes de caer muerta en las aguas que ella tanto ansiaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario